EL GRITO


EL GRITO

Edvard Munch (1893)

Munch se inspiró en su propia vida atormentada, una tragedia sobre un padre severo, una madre muerta y unas hermanas enfermas, trastornos bipolares y depresión, alcohol y armas de fuego. El propio Munch nos cuenta de donde surgió la idea en su diario de 1892:

«Paseaba por un sendero con dos amigos – el sol se puso – de repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio – sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad – mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza.»

Esta impresión (o expresión) la acabó plasmando en este cuadro, que en principio iba a ser la figura de un hombre trajeado, pero tras una visita a París donde vio una momia peruana de rasgos andróginos, decidió cambiar al protagonista para universalizar aún más su mensaje existencialista.

La obra, aunque no es muy bonita, tuvo un enorme éxito de crítica. La gente iba a ver el cuadro en masa y hubo cierta controversia (incluso se aconsejó a las mujeres embarazadas que no visitaran la exposición).

Al final se convirtió en uno de los cuadros más famosos de finales del siglo XIX (que evoca los futuros horrores que se avecinaban en Europa) y hoy es considerada una especie de Mona Lisa moderna.

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